Historia mínima del neoliberalismo by Fernando Escalante Gonzalbo

Historia mínima del neoliberalismo by Fernando Escalante Gonzalbo

autor:Fernando Escalante Gonzalbo
La lengua: spa
Format: epub
editor: Turner Publicaciones
publicado: 2016-11-15T00:00:00+00:00


EL MERCADO COMO RELIGIÓN: AYN RAND

Esa convicción de que el mercado es justo, que premia a los mejores, llega al paroxismo en la obra de Ayn Rand. En sí misma, no tiene mayor interés. Ni es original ni tiene verdadero peso. De hecho, no habría motivo para mencionar su nombre junto a los de Hayek, Coase o Leoni, pero su popularidad en las últimas décadas del siglo veinte, y en el nuevo siglo, es un fenómeno que vale la pena mirar.

Ayn Rand fue un personaje pintoresco de los años cuarenta y cincuenta, autora de una docena de novelas, entre ellas dos muy populares: El manantial (1943) y La rebelión de Atlas (1957). Puso juntas unas cuantas ideas, una “filosofía”, a la que llamó “objetivismo”, que en lo sustantivo era una racionalización de la propaganda empresarial contraria al New Deal, en los Estados Unidos, y reunió a su alrededor a un conjunto de adeptos en lo que se podría llamar con propiedad una secta —con su credo, sus herejes y sus expulsiones. Como sucede normalmente en las sectas, el dogma central era la infalibilidad de Ayn Rand.

El objetivismo no es un sistema filosófico, sino una colección de afirmaciones dogmáticas, de una ingenuidad que a veces resulta sorprendente. Su fundamento se puede exponer en tres frases: el mundo existe objetivamente, sólo la ciencia permite conocerlo, la vida es el fundamento de todo valor. A partir de ahí, Rand elabora una explicación de todo: la sexualidad, la psicología, la estética, lo que sea. Lo más famoso, lo que ha tenido mayor popularidad, es su idea de la moral tal como aparece explicada en sus novelas, y en algunos ensayos. Para decirlo en una frase, lo que hace Ayn Rand es defender el egoísmo como valor absoluto, incondicional, y parejamente condenar el altruismo como causa de todos los males; en la práctica, el egoísmo es el motor del mercado, y el altruismo aparece en las regulaciones, en la burocracia, en los intentos de redistribución de la riqueza. El suyo es un mundo simple, de blanco y negro, que cuesta trabajo tomarse en serio (cuesta tomarse en serio su idea de la ciencia, su idea de la realidad, o del mercado, pero en eso estriba parte de su atractivo para los fieles: el credo es una pura fantasía).

La idea moral de Rand debe algo a Nietzsche, aunque sea caricaturizado. Para el altruismo, dice, la muerte es el propósito último, el estándar del valor, y por eso sus virtudes son la resignación, la renuncia, la abnegación, el desprendimiento, la negación de sí hasta la autodestrucción. Ella llama a la rebelión. Y contra los valores (públicamente) establecidos proclama otra moral: subversiva, radical.

La formación filosófica de Rand era sumamente precaria, y acaso a eso se debe, al menos en parte, el adanismo característico de su escritura. Menospreciaba en bloque la filosofía académica (que nunca hizo caso de sus libros), descartaba sin más, de un plumazo, la obra de autores a los que ostensiblemente no había leído. De hecho,



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